La historia del Cusco, reconocida como la cosmopolita capital inca (llamado también Cusco o Qosq’o en quechua) prospera inmersa en contradicciones. Ricas catedrales se elevan sobre templos incas, masajistas ambulantes abarrotan las callejuelas adoquinadas, una mujer con traje regional y bombín ofrece agua embotellada a una llama doméstica, mientras en las tiendas más elegantes se propagan prendas de alpaca por pequeñas fortunas. Hoy en día, la ciudad del imperio inca es la capital arqueológica indiscutible de América. Así como la ciudad más antigua de continente habitada si interrupción. Son pocos los visitantes que saltan este destino clave, puerta a Machu Picchu.
A llegar a Cusco, en seguida se percibe su rico valor patrimonial. Con el ajetreo propio del siglo XXI, en algunas ocasiones resulta un poco desconcertante. El aumento de alquileres en l aplaza de Armas y en el moderno San Blas empuja a los lugareños a vivir en las afueras. No cabe duda de que quienes llevan la voz cantante son los huéspedes extranjeros, pero es menester respetar la imagen de esta cultura puntual.
¿Cuál es la Historia del Cusco?
Cuenta la leyenda que en el siglo XII, el dios sol, Inti, le pidió al primer Inca, Manco Cápac, que buscara un lugar donde pudiera clavar una vara de oro en el suelo hasta enterrarla. En ese punto, considerado el ombligo de la tierra (Qosq’o en quechua), fundo Cusco, ciudad que se convertiría en la prospera capital del mayor imperio de a las Américas.
La mayor expansión del Imperio Inca se produjo cien años antes de la llegada de los conquistadores en 1532. Con el noveno Inca Pachacuti, se saboreó por primera vez la conquista gracias a la inesperada victoria en 1438 frente a los Chancas, el pueblo dominante. Esta primera expansión crearía el imperio incaico.
Pachacutec también demostró ser un sofisticado urbanista; a él se debe la famosa forma de puna de Cusco y el desvió de los ríos para que cruzaran la ciudad. Construyo hermosos edificios, entre ellos el célebre templo de Qorikancha y un palacio en la esquina de la actual Plaza de Armas. Entre otros monumentos erigidos en honor a las victorias Incas están en Sacsayhuamán, el templo-fortaleza de Ollantaytambo y puede que incluso Machu Picchu.
La expansión siguió hasta la llegada de los Europeos al Nuevo Mundo; entonces el Imperio abarca desde Quito (Ecuador) hasta la zona la sur de Santiago de Chile. Poco antes de la conquista, Huayana Cápac lo había dividido entre sus dos hijos: el norte lo cedió a Atahualpa y la zona meridional con Cusco se lo dio a Huáscar. La herencia desencadeno una lucha fratricida. Huáscar, Cuzqueño de pura cepa, contaba con el apoyo del pueblo, pero Atahualpa gozaba del respaldo del ejército norteño, curtido por la lucha. A principios de 1532 gano una batalla clave y capturo a Huáscar a las afueras del Cusco.
Entre tanto, Francisco Pizarro desembarco al Norte de Perú y marcho al Sur. Atahualpa había estado demasiado absorto en la guerra civil para preocuparse por un puñado de extranjeros, pero en 1532 se concertó un fatídico encuentro con los españoles en Cajamarca. Este hecho cambiaria de forma radical el curso de la historia de Sudamérica. Unas cuantas docenas de conquistadores armados tendieron una emboscada a Atahualpa, lo apresaron, mataron a miles de nativos y sometieron a otras decenas de miles.
En un intento por recobrar su libertad, el soberano inca ofreció un rescate consistente en una cámara repleta de oro y dos de plata, que incluía el oro del templo de Qorikancha. Pero, tras retenerlo preso durante meses. Pizarro lo asesinó y emprendió de inmediato la marcha hacia Cusco. La caballería española, protegida por sus armaduras y sus espadas de acero, era sin duda imparable.
Pizarro entro en Cusco el 8 de noviembre de 1533. Para ya entonces había colocado a Manco, hermanastro de Huáscar y Atahualpa, como nuevo dirigente títere. Sin embargo, tras unos años como fiel servidor, la dócil marioneta se rebeló. En 1536, Manco Inca se dispuso a expulsar a los españoles de su imperio y sitio Cusco con un ejército de más de cien mil soldados. De hecho los españoles se salvaron de la aniquilación completa gracias a una última, desesperada batalla en Sacsayhuamán.
Tras su derrota, Manco Inca se retiró a Ollantaytambo y luego a la selva de Vilca bamba. Después de recuperar Cusco, saquearla y establecerse de nuevo en ella, los españoles centraron su atención en Lima, la recién fundada capital colonial. Y asi decayó la importancia de Cusco, que acabo en convertirse en otra estancada oblación colonial. Se la despojo de todo su oro y plata, y se derribaron muchos edificios incas para dar cabida a iglesias y casas coloniales.
Los españoles escribieron crónicas sobre Cusco, como la historia inca contada por los mismos protagonistas. La más famosa son los cometarios reales de los incas, escrita por el Inca Garcilaso de la Vega, hijo de una princesa inca y de un capitán militar español.
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